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Reflexión 4. Los mitos sobre la piratería.

Del decálogo de mitos sobre la piratería, retomaré el décimo, a saber:

“10. Quien compra o accede a productos pirateados, es inmoral, dado que no le importa cometer un delito para acceder gratuitamente a algo por lo que otros (los ciudadanos éticos) están dispuestos a pagar.”

La acción inmoral en que incurren las personas que adquieren productos “piratas”, implica que se opone a la bondad, a las buenas costumbres, a lo que debe ser y contribuye a la sociedad.

En la búsqueda que realicé encontré una nota del Diario “El Informador” de Guadalajara, México, cuyo encabezado anuncia: “Siete de cada 10 tapatíos aceptan haber comprado productos apócrifos”, es decir, que se suponen “originales” (en esa lógica que opone los productos “originales” vs los “piratas”). Sin embargo, uno de los aspectos que cabe resaltar es que una característica de los productos “piratas” es que quienes los reproducen, venden y adquieren, si bien lo hacen si autorización del autor(a) ─y de las compañías que los distribuyen y dicen ver afectadas su ventas─, en realidad, saben que los productos no son “originales”.

En esta nota se citan afirmaciones que hace el subdirector divisional de infracciones administrativas en materia de comercio del Instituto Mexicano de Propiedad Industrial (IMPI), Román Iglesias Sánchez. Una de estas intenta responder a la pregunta ¿por qué las personas adquieren productos “piratas”?:

“Por qué lo hacen, es una pregunta difícil de responder, es como porqué se compran discos piratas. (…) El pretexto de que es más barato no es justificante, debemos concientizarnos del daño que le hacemos a los autores”.

Román Iglesias habla del daño que quienes adquiere este tipo de bienes materiales hacen a sus autores, no especifica el tipo de “daño”, pero implícitamente se puede inferir que se refiere al “daño” económico a la propiedad intelectual (por no pagar regalías). No obstante, no se considera que la distribución que escapa “de su control”, puede abrir mayores posibilidades para que la obra de dichos autores sea conocida por un número mayor de personas, que incluso, al sentirse interesadas puede ser consumidores potenciales.

Otra viñeta que me gustaría resaltar es la siguiente:

“Una empresa que utiliza un producto ilegal sabe lo que está haciendo. A lo mejor un ciudadano, no dimensiona el daño que le hace a una empresa”.

En esta afirmación Román Iglesias, hace explícito que la afectación que preocupa a la institución a su cargo,  no sólo es que los derechos del autor(a) se ven afectados, sino también los intereses de las empresas que distribuyen y comercializan los productos. Como se ha visto con frecuencia y en otros casos, los intereses que parecen defenderse a toda costa y que se castigan primordialmente no son en realidad los de las personas que generan las obras, sino de quienes las comercializan.

Finalmente, cabe preguntarse sí la inmoralidad y el daño que se argumentan en esta idea y en la nota que se menciona, recaen directa y exclusivamente sobre el autor (a).

Enlace de la Nota citada:

http://www.informador.com.mx/economia/2013/486509/6/siete-de-cada-10-tapatios-aceptan-haber-comprado-productos-apocrifos.htm